En su evolución como poeta destacan aspectos con el entorno intelectual marcado por la figura de su padre, quien fue estudioso del folclore andaluz y más tarde por el espíritu de la Institución Libre de Enseñanza, todo su bagaje filosófico gracias a sus lecturas y la reflexión de la España de su época, así como la poética de Rubén Darío, siempre presente en su estilo.
Dedicado a la enseñanza, siempre tuvo en el recuerdo su infancia en Sevilla, como bien narra en alguno de sus versos “Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla,/ y un huerto claro donde madura el limonero".
Una muestra de su pensamiento fue la autobiografía que escribió en Baeza en 1913, en la que escribía:
“Tengo un gran amor a España y una idea de España completamente negativa. Todo lo español me encanta y me indigna al mismo tiempo. Mi vida está hecha más de resignación que de rebeldía; pero de cuando en cuando siento impulsos batalladores que coinciden con optimismos momentáneos de los cuales me arrepiento y sonrojo a poco indefectiblemente. Soy más autoinspectivo que observador y comprendo la injusticia de señalar en el vecino lo que noto en mí mismo. Mi pensamiento está generalmente ocupado por lo que llama Kant conflictos de las ideas trascendentales y busco en la poesía un alivio a esta ingrata faena. En el fondo soy creyente en una realidad espiritual opuesta al mundo sensible.”